lunes, 23 de enero de 2017

Regalo de Reyes (7/01/17)


Se acaba el período navideño, y decidimos acercarnos a ver si los Reyes nos han dejado algo en Mortipeña, donde hace unos meses encontramos una cueva con fuerte corriente de aire. Así que quedamos en el club Gelo, Moisés y yo, los tres quejándonos de la rodilla y del "arranque en frío". Nos miramos en silencio esperando que alguno tome la iniciativa para abortar la gélida expedición, pero ninguno tiene lo que hay que tener para decirlo en voz alta, así que cogemos los petates y nos dirigimos a Rocías.


Hay una buena helada en las zonas umbrías, pero los kilos a la espalda y la cuesta pronto nos ponen el termostato a una temperatura de confort. Subimos con calma y, en la enorme dolina de Mortipeña, comemos algo antes de entrar.



La boca es un paso ancho y bastante bajo, por lo que quitamos algo de tierra para que pase el Fürher. Echamos un vistazo a las oseras que hay en la galería de entrada, y nos dedicamos a revisar el resto. Tras el paso bajo de la entrada, la galería va cogiendo tamaño. Al de unos metros, un P.10 ocupa prácticamente toda la galería, obligándonos a flanquearlo por la izquierda. Tras él, tres posibles continuaciones se abren ante nosotros: de frente y descendiendo, una amplia galería (con algún que otro somnoliento murciélago) que acaba colmatándose. Sólo en pequeño P.6, con una estrecha cabecera, permite pensar en una continuación. Moisés se retuerce, consigue pasar y pronto nos comunica que por esa vía no hay nada que hacer.




De vuelta a la zona superior, y a la izquierda, dos pozos cortan otra galería horizontal. Más allá de ambos, un derrumbe colapsa la continuación, y una revisión minuciosa nos muestra que no hay ninguna opción. Mientras Moisés comienza a instalar los pozos, Gelo y yo vamos a la tercera posibilidad, una galería colgada a la derecha. Aprovechando unas cuantas formaciones Gelo logra hacer una travesía sin clavar nada, ante mi nerviosa mirada. Parece que hemos tenido suerte: la galería sigue horizontal, y tiene buena pinta. Quizá aquí esté el regalo de los Reyes... Lamentablemente, tras unos metros una estrechez corta bruscamente el paso; tras hocar un rato en ella, llegamos al final definitivo de la galería. Un poco antes, un pozo con una estrechez parece ser nuestra última opción en este sector. Gelo comienza a bajar, pero la cuerda que tenemos no llega, así que volvemos hacia los pozos.




Una vez allí Moisés nos cuenta que ha bajado ambos y que, a pesar de la buena pinta que tenían, se cierran. Gelo comienza a escalar tratando de llegar a una fisura que hay unos metros por encima de la cabecera del mayor de los pozos, pero no surte ningún resultado. Después me acerco a bajar el pozo que habíamos dejado pendiente con una cuerda más larga, pero tampoco llego hasta la base; cuando, resignado, comienzo a subir en busca de otra, Gelo y Moisés me gritan que ven la luz: ambas galerías acaban confluyendo. Así que recogida, y a desmontar el pasamanos.





Damos los últimos retoques a la topo, y revisamos un par de laterales, pero la cosa se acaba, a pesar de lo prometedor de la corriente de aire. Tocará volver (con mejor clima) a revisar por el exterior, pues la cueva en sí se acabó. Ahora sólo nos queda rehacer el petate, y convencer a nuestras doloridas rodillas de que les toca emprender el camino hasta el coche. Nos cambiamos con frío y un bonito atardecer. Tras más de hora y media de bajada, ya de noche y con una buena helada cayendo de nuevo, llegamos al coche. Al final, los Reyes nos trajeron lo que merecíamos: carbón. Menos mal que, herejes como somos, siempre podremos acudir al laico bar de Willy a entibiar el frío y el fracaso con unas buenas birras... El próximo año nos pasaremos a Papá Noel, a ver qué pasa...





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