jueves, 7 de julio de 2016

La banda del Gelo (1-3/07/16)



El viernes tarde nos encontramos cinco malhechores en la guarida del AER, respondiendo a la llamada de Gelo “The Kid”, líder de la "banda" más peligrosa y malvada de la cornisa cantábrica (según el sheriff de la FCE). Allí nos encontramos Zape “el Destripador”, Cristóbal “el Tempranillo”, Marta “La Cariñosa” y Calamity Pedro. El plan es asaltar y robar el Bank of Rubicera, famoso por sus defensas (como las putas estrecheces). Con todo perfectamente organizado, nos dirigimos en nuestros caballos hacia el objetivo. Lamentablemente, cada uno va por un camino diferente, mientras unos esperan a los otros en el Saloon Coventosa, los otros esperan en el punto de encuentro. Lo habitual...

Aparcadas nuestras monturas, nos dirigimos a Rubicera entre neblina y llovizna fina, pero que empapa. Nos cambiamos de ropa y observamos atónitos las viandas que el Tempranillo ha comprado: entre otras delicias, dos empanadas que parecen platillos volantes y que, contra todas las leyes de la física conocidas, logra embutir en la saca.

 Entramos en los dominios de Rubicera, y tras un avance rápido (ya vamos con el piloto automático), pronto nos encontramos con el primer obstáculo: nos han robado la cuerda que teníamos en el P.30. Al menos, la UME ha sustituido la instalación vieja por una cuerda negra, pero bajar y subir por el volado nos retrasará. De mientras, hacemos cábalas de quién se ha podido llevar la cuerda: la UME por error, algunos de los "jóvenes emprendedores" que pululan por el gremio... Llegamos al río y remontamos, y Zape se empeña en tratar de hacer una escalada a pelo a una ventana que parece pasó desapercibida para la SEII; lo expuesto del paso le hace desistir, y lo dejamos para la vuelta. Llegamos al vivac cerca de las doce de la noche, y damos buena cuenta de las empanadas (que milagrosamente han llegado enteras). Con ellas aún en la garganta, nos vamos al saco...




Al día siguiente nos levantamos sin prisa, entre "egunonsitos", pues varios miembros de la banda habían realizado diversos "trabajos" que requerían un sueño reparador. Desayunamos abundantemente, y para la punta. En la cabecera del pozo que da paso a la Sala de la Momia Verde nos separamos: Gelo y Zape recogerán material, y subirán por el otro lado hacia las galerías finales, que pretendemos revisar concienzudamente. Marta, Cristóbal y yo iremos por la bella Galería Multiorgásmica, ellos para hacer una escalada, y yo para mirar y topografiar varias gateras pendientes. Cuando estamos en la estrechez, Zape nos llama: una piedra le ha golpeado a Gelo en la cabeza y el hombro. Tras unos momentos de incertidumbre, nos confirma que, aparte de un corte y un buen chichón, el jefe se encuentra bien, así que seguimos con el plan.


Marta y Cristóbal comienzan una escalada a un tubo colgado amplio y evidente, con muy buena pinta. Yo reviso y topografío las gateras, llenas de bellas formaciones, pero que acaban cerrándose, al menos, permiten sumar unas cuantas decenas de -incómodos- metros. Dejo a los escaladores cuando ya han llegado a la parte más tiesa de la escalada, y voy a reunirme con los otros dos. Gelo luce un bonito parche de cinta aislante (jlamour, como siempre) y tiene el hombro dolorido, pero insiste en continuar. Echamos un vistazo a los restos del oso, que no dejan de maravillarnos, y luego comenzamos la revisión de la zona. Nos dirigimos hasta el final, valorando la posibilidad de hacer dos escaladas. Tras verlas bien con el foco, queda claro que dan a estrecheces impenetrables, por lo que las descartamos. La morfología de estas galerías, y la práctica ausencia de restos animales, nos lleva a pensar que osos y resto de fauna no entraron por aquí. Retrocedemos revisando algunas incógnitas estrechas, que se cierran, y realizando una escalada al pie de una pared en la que hay restos de caracoles y una leve corriente de aire, también sin éxito.




Retrocedemos hasta el lugar donde nuestros compañeros han realizado la escalada: ni ellos ni la cuerda están. Suponemos que se la han llevado para continuar la exploración, así que vamos a conocer las bellas galerías que nacen allí mismo, que ninguno de los tres conocemos. Las formaciones son impresionantes, con un tono lechoso pocas veces visto. Al regresar de la visita, nos encontramos con los andaluces, tal y como relata Marta:

El intento de sacarle al Bank of Rubicera unos “kilos” más, lleva a los audaces “El Tempranillo” y “La Cariñosa”, a escalar unos 30 metros, que logran superar después de esquivar la continua lluvia de proyectiles que se precipitaban sobre ellos cada vez que daban un paso más hacia su objetivo. ¿Qué guardará para defender tan tenazmente semejante baluarte? Una vez arriba, comprueban ilusionados como una rampa de unos diez metros se precipita en una sala de grandes dimensiones (de unos 60x40 metros). ¿Será ésta la puerta a los nuevos tesoros escondidos?


Tras una pequeña fiesta de celebración, que para eso son bandoleros y andaluces, prosiguen su trabajo. Aterrizan en una sala con suelo de arena y salpicada de bloques. En uno de sus laterales encuentran bellas formaciones similares a las encontradas en las hermosas galerías de donde vienen. Sin duda estas gateras impracticables (incluso para sabandijas como ellos), conectarán con ellas.
Recorren la sala en todo su perímetro buscando la ansiada continuación. Trepan por dos meandros verticales y culebrean entre sus bloques. Todo acaba cerrándose y no sienten nada de aire. Cabizbajos emprenden la retirada haciendo el plano de esta sala inexpugnable y el pozo de los deseos. Que se quedó en eso, en deseo. 


Desinstalan todo y logran descender, una vez más con gran pericia, sin ser alcanzados por ningún artefacto volador. En una sincronización perfecta con nuestros Casios F-91W, será aterrizar en la galería punto de encuentro y aparecer el resto de “la banda”. Estamos todos. Ninguna baja. Que tiemblen las colinas cántabras, “la banda de Gelo” seguirá dando que hablar.


Tomamos la determinación de desinstalar escalada y pasamanos que llevan a las galerías finales, pues todo ha quedado revisado. Mientras Zape y Cristóbal lo hacen, reviso otra estrechez que acaba dando a la diaclasa sobre la Sala de la Momia Verde. Después, y tras picar algo, nos encaminamos hacia el vivac.




En la Galería de los Imputados me acerco a mirar un pocete que había quedado pendiente desde que llegamos la primera vez. Parece ser un mero agujero entre los grandes bloques que tapizan la galería, pero... Se destrepa fácilmente, y el hueco va haciéndose más grande, con roca madre de frente. Es la pared de la enorme diaclasa a favor de la que se han formado los grandes ejes que hemos explorado estos años. Sigo destrepando hasta llegar a un nivel horizontal. Zape y Gelo bajan y nos dedicamos a revisar la galería, que acaba cerrándose por rellenos y derrumbes. Salimos topografiando hacia arriba, cerrando una incógnita más.



La cena a base de pasta fresca nos deja ahítos, y de nuevo con la digestión a medio comenzar nos vamos al saco. Ni la dormidina logra que la mayoría pasemos una buena noche, lo que no impide que otros amenicen la estancia con un celestial coro de ronquidos.

Efectivamente, el de la derecha fuma crack.

Al día siguiente madrugamos un poco más, ante la perspectiva de una buena comida en el Saloon Coventosa. El Bank of Rubicera se ha mostrado más cicatero de lo que esperábamos en riqueza, pero al menos hemos cerrado diversas incógnitas, y aumentado el desarrollo en casi 400 metros. Nuestro botín acumulado supera ya los 140 "kilos". De salida, sesión fotográfica y la escalada pendiente de Zape, que da a una galería que pronto vuelve sobre sus pasos, saliendo al conducto principal. Marta aprovecha para hacer un poco de turismo alternativo de vuelta al P.30, en cuya cabecera nos encontramos con unos chicos del Viana, que probablemente ya nos habían localizado por el olor. Salimos con un día magnífico, entre la mirada atenta de los buitres, y al llegar al coche hacemos uso (unos con más ímpetu que otros) del pilón cercano. Medianamente aseados, toca comida en Coventosa, en la terraza, pues los efluvios que emanamos están contraindicados para espacios cerrados; allí, entre plato y plato, y trago y trago, planeamos nuestro siguiente golpe...

Nada de diálogo y chorradas de esas. Sólo hay una forma de arreglar las diferencias...

Texto: Pedro M. y Marta Candel
Fotografías: Marta Candel